Los gallos de Zuia y Baranbio

En épocas muy remotas se originaron muchas reyertas y discusiones entre los vecinos y pastores de Zuia y Baranbio por causa de la mojonera de sus respectivos términos.
A tanto llegaron las reyertas, disgustos y discusiones entre los dos pueblos vecinos, pues cualquier vecino o pastor cambiaba los mojones, y por tanto la divisoria de sus montes, a su capricho, que tuvieron que llegar a un acuerdo para colocar la nueva mojonera en los lugares que la suerte o ligereza de las piernas de sus mozos les deparara.

Zuia, lo mismo que Baranbio, designó tantos mozos corredores como mojones principales habrían de colocarse.

De cada lugar y a la hora en que cantase el gallo escogido a su elección, saldrían corriendo los respectivos mozos en dirección a los términos previamente designados y en el punto de encuentro de los corredores de sus respectivas hermandades se colocaría el mojón correspondiente.

Todo el vecindario se interesó en la elección de sus mozos corredores, entre los más resistentes y rápidos y éstos, orgullosos de su cometido, se entrenaron en espera del día señalado.

Tanto unos como otros confiaban en sus mozos corredores, pero mostraban mucha intranquilidad en un tema: la hora en que cantase el gallo.

Muchos proyectos de hacer cantar al gallo a la hora más temprana de lo habitual se discutieron en cada lugar y hecha la elección del método de su preparación se guardó el gran secreto para que no llegase a conocimiento de sus vecinos.

Los vecinos de Zuia optaron por darle buena alimentación y ponerle en las mejores condiciones de visibilidad para que al aparecer la primera luz de la mañana pudiese cantar el gallo y así dar salida a la impaciente marcha de los corredores.

Los de Baranbio, queriendo que su gallo cantase más temprano de lo normal, sometieron a su gallo a una alimentación a base de pan empapado en vino, creyendo que alegrándole y excitándole con el vino cantaría a una hora más temprana.
La víspera del día señalado vecinos de Zuia se fueron a Baranbio para controlar lo que allí sucedía a la hora de la salida, y vecinos de Baranbio llegaron a Zuia con el mismo fin.

Todo el vecindario de cada hermandad se congregó con gran angustia y ansiedad, pendiente de la hora en la que cantase el gallo.

Los de Zuia una vez que cantó el gallo despidieron a sus mozos corredores con Irrintzis, vitoreándoles y animándoles para que cumpliesen su cometido lo más rápidamente posible, saliendo éstos confiados y satisfechos, pues el gallo cantó a una hora muy temprana.

En Baranbio, sin embargo, no sucedía lo mismo, la intranquilidad y el gesto del mal humor de los vecinos delataba que el canto del gallo se retrasaba mucho, pues el pan empapado en vino hizo el efecto contrario de lo que pretendían. El gallo estaba durmiendo su borrachera y cuando cantó y salieron los mozos en dirección de la mojonera comprendieron que no serían ellos los victoriosos.

Y así sucedió, que casi en las mismas puertas de Baranbio se encontraron con los mozos de Zuia y allí se colocaron los mojones.

Por este acierto en la elección y  preparación de su gallo se dice que Zuia tiene sus montes tan dilatados, pues su jurisdicción llega hasta las proximidades de Baranbio y éstos a su vez disponen de muy pocos montes. Esta situación ha dado lugar a muchos pleitos sobre la mojonera y derechos de pastos.